viernes, 20 de julio de 2012

Alfonso Cabeza de Vaca, el Marqués de Portago


Alfonso de Portago, el "Gentleman Driver" español

 “Si muero mañana habré vivido 28 años maravillosos”


Probablemente, si este personaje hubiese sido norteamericano o inglés, ocuparía en la historia uno de los peldaños más altos, en lo que a mitos se refiere y existirían numerosas biografías y films sobre su vida.

Alfonso de Portago, VIII Marqués de Portago, fue un Gentleman driver de los años 50. El primer piloto español en pilotar para la Scuderia Ferrari y primer piloto español en participar en una carrera de Fórmula 1, en aquella época en la que los deportes de motor eran solo para los valientes y para temerarios.
El Marquesado de Portago, creado por el rey Felipe V el 13 de octubre de 1744, es un linaje nobiliario español heredado por Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, popularmente conocido como el Marqués de Portago, probablemente el más glamuroso y conocido de los marqueses de Portago. Fon, como era conocido en su círculo de amigos, era descendiente directo del conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca y descubridor de la Florida. Alfonso era nieto de Vicente Cabeza de Vaca y Fernández de Córdoba, ministro de Instrucción Pública y alcalde de Madrid.
Fon era muy cercano de otro ilustre automovilista español, el rey Alfonso XIII, del que heredó el nombre debido a la amistad que le unía a su padre con él. El rey a su vez era padrino de bautismo de Fon, el cual tenía una gran amistad con Don Juan de Borbón, heredero del trono español.

SU VIDA

Alfonso de Portago (Londres 11 de octubre de 1928, Guidizzolo 12 de mayo de 1957) destacó desde muy joven en casi todos los deportes que practicó, desde la natación a la hípica, el boxeo o el polo, pasando por el Bobsleigh, deporte en el que fue pionero en nuestro país y en el que hasta el momento no ha existido ningún deportista más, a excepción de Ander Mirambell, que participa en Skeleton, variedad similar a este deporte.
Su carácter de aristócrata millonario, seductor de mujeres, amante del riesgo y personalidad rebelde, le otorgaron la etiqueta de “Gentleman driver”, que era como se conocía a los pilotos por aquella época en la que la gran mayoría de ellos eran millonarios seductores, procedentes de las altas esferas de la sociedad.
El caso de Portago es bastante parecido al de otros pioneros del deporte del motor de principios del siglo XX. Fon, empezó destacando en la hípica, participando en dos ocasiones en el Gran National inglés, aunque debido a sus problemas de peso, por causa de la buena vida –por estar casado, según él-, le hicieron abandonar la disciplina para probar en el automovilismo, deporte en el que por aquella época, le permitía seguir con su peculiar estilo de vida aristocrático y sin las privaciones que un deporte más físico como la hípica.

Su carrera empieza al conocer al periodista Edmund Nelson, con el que años después morirá a bordo de un Ferrari en las Mille Miglia italiana. Nelson, que por aquella época trataba de organizar carreras de Midget (pequeños automóviles de competición) en Francia,  fue quien le introdujo en el mundo del automovilismo, junto con el importador de Ferrari en USA, Luigi Chinetti, a quien conoció en el salón del automóvil de Nueva York, y quien le propuso participar en la Carrera Panamericana de 1953 y para el que corrió con un Ferrari Sport 3 litros en los 1000 km de Argentina en 1954, donde acabó segundo, junto a Harry Shell (que conduciría la mayor parte del tiempo). Portago tenía residencia en Nueva York y París, motivo por el cual, probablemente, conoció a ambos.
Tras las citadas carreras de la Panamericana y los 1000 km de Argentina, Fon, que rápidamente progresó en el mundo del automovilismo, participó en numerosas carreras, con Ferrari, Maserati y Osca entre otros, consiguiendo la victoria en Metz (1954), en el Bahama Trophy de la Nassau Speed Week (1954), Governor’s Cup, igualmente en la Nassau Speed Week (1955), el Gran Premio de Oporto (1956), el Tour de France (1956), la Coupe Salon de Monthlery (1956) y el Gran Premio de Roma (1956), además de un segundo puesto en el GP de Inglaterra, en Silverstone (1956) y un inmerecido tercer puesto en el GP de Cuba (1957), donde tras liderar la carrera, hasta las últimas vueltas, un problema mecánico le apartó de la victoria final.

SU ÚLTIMO BESO 

Alfonso era conocido por el estilo de vida que llevaba, su chaqueta de cuero y su barba de tres días. La temeridad de la que hacía gala se materializa en una entrevista de radio en la que pronuncia la que quizás sea su frase más conocida “Si muero mañana habré vivido 28 años maravillosos”, pronunciada tiempo antes de su accidente mortal en Guidizzolo, mientras corría en las Mille Miglia del 57.
El Marqués de Portago, tras fichar en 1955 por la Scuderia Ferrari, siendo el primer español en hacerlo (años después le sucederán Fernando Alonso como piloto y Marc Gené como piloto de pruebas), aceptó participar en las Mille Miglia, siendo consciente de que su puesto estaba pendiente de un hilo, ya que el exigente Enzo Ferrari quería únicamente pilotos ganadores en sus filas, y sus últimos resultados en fórmula 1, no eran del todo los esperados, con tres retiradas en Francia, Alemania e Italia y un segundo puesto en Silverstone en 1956 y un quinto en Argentina en 1957.
En un telegrama enviado el 8 de mayo (cuatro días antes de su muerte) comenta que “En Ferrari me fuerzan a correr las Mille Miglia, primero me dijeron que tenía que hacerlo con un Gran Turismo pero después de mi primera vuelta de entrenamiento me dijeron que tenía que hacerlo con el 3800 sport y hoy me han anunciado que Taruffi y yo tenemos los nuevos 4000 cc, que mierda pero pienso ir en plan Turismo, ni siquiera Gran Turismo”. Quizá como premonición de lo que estaba por venir.
En la XXIV edición de las Mille Miglia de aquel año, se conmemoraba el treinta aniversario del inicio de la competición, que tenía un recorrido de 1700 kilometros con principio en Brescia, bajando hacia el sur por el Adriático, para atravesar Roma y subir por los Apeninos, para finalizar de nuevo en Brescia.
El marqués, a su paso por Roma, cometió la frialdad de detener el coche cuando vio a Linda Christian, su amante por aquel entonces, aparecer entre la multitud haciéndole una seña con la mano. Cuando Linda llegó a su lado, la besó mientras murmuraba algo a su oído.  Esto le supuso la pérdida de unos valiosos segundos. Linda le dijo adiós con la mano viendo a Fon enfilar la carretera hacia Guidizzollo. ¿Quizá fue una premonición de Fon? Fue su último beso.

En Guidizzollo, emplazado en el valle del Po, a escasos kilómetros de la meta de Brescia, la carretera se estrechaba atravesando el pueblo. Los alrededores de este estaban repletos de gente ansiosa por ver los bólidos trazar por las angostas carreteras de la población. Fon había detectado en el último control de tiempo una avería en una de sus ruedas, pero decide no cambiarlas para evitar la pérdida de tiempo y no perder el tercer puesto provisional que ostenta en ese momento.
Al llegar a Guidizzollo, el coche comienza a zigzaguear, chocando con un bordillo a más de 230km/h y saliendo despedido hacia la multitud que se apelotonaba en el lateral.
Diez personas mueren en el accidente, junto a Fon y su copiloto, su gran amigo Edmund Nelson, además de un gran número de heridos. La repercusión mediática del accidente de Portago consiguió acabar con las carreras en ruta y no sería hasta finales de siglo, en la que las Mille Miglia serían recuperadas como carreras de clásicos, con un carácter menos competitivo.




Reportaje de "Informe Robinson" sobre la vida de Fon:


  
  


Más datos sobre Alfonso de Portago:
Biografías:
Palmarés y carreras disputadas: http://www.elenaferrari.net/portago.html
Transcripción de la entrevista realizada a Fon:


1 comentarios:

Ángel Fernández dijo...

Precioso el relato de esta figura injustamente olvidada.

No obstante, y en honor a la verdad, Alfonso de Portago ni fue el primer español en la Scuderia Ferrari ni el primero en participar en el mundial de Fórmula 1, honores que corresponden, respectivamente, a Julio González Pola y Francisco Godia.

Gracias por el relato y un saludo cordial.

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